miércoles, 6 de enero de 2010

ella

Me sonrìe.
Las paredes, los cuadros, la ropa, las sillas, esta mesa, con estos platos, la botella de vino, mis zapatos, mis manos, las ganas que tengo de tocarla.
Me sonrìe.
Capital, provincia, campo, en el medio del delta, una casa, rìo abajo, barcos y sirenas, ojos, muchos ojos de animales, ojos sanos, ojos que ven.
Ella me ve.
A veces mas, a veces menos; pero me ve.
Hay dìas que su luz se diluye y yo sé que està tratando de iluminar algùn hueso ahì adentro, en ese craneo tan lindo, un poco cuadrado, un poco redondo, ese craneo que con tanta facilidad se abandona en la geometrìa de mi mano.
Luego me sonrìe, regresa el sol en esas pupilas, mi cuerpo cambia, mis ojos cambian, ganas de agarrarla, de ir a un parque y respirarla, de subir a un barquito y remar confiando cada uno en la brujula que nos esta mirando y sonriendo y besando.
Y remàs, remàs queriendo que tu mundo no sea llano, sintiendo que principio y fin son dos sombras que persiguen los ojos cansados, los ojos miedosos, los ojos que piensan.